Vendiendo humo (A propósito del «Día del Community Manager»)

Hace algunas semanas  mantuve una minúscula conversación, vía chat, que me quedó dando vueltas en la cabeza. El tema central fue el nuevo trabajo que había asumido mi interlocutor como parte de su desarrollo profesional: ser, cito literalmente, «Community Manager de una institución privada». Luego de las felicitaciones pertinentes, hice el comentario sarcástico respectivo, tal como lo espera la gente que me conoce: «Ah, o sea tienes que actualizar estados en Facebook y escribir algunas cosas en Twitter». Grande fue mi sorpresa al recibir una respuesta que fue distinta a lo esperado, ya saben que cuando se es sarcástico la mayor parte de las ocasiones las reacciones no son muy amistosas: «No. Estás equivocado, no sólo es actualizar Facebook y Twitter, también involucra actualizar estados en Tuenti, Linkedin, Identi.ca; colgar videos en Youtube, fotos en Flickr. ¡Es más complicado de lo que piensas!».

La respuesta, que me provocó un buen dolor de espalda debido a la caída provocada por su singularidad, me llevó a reflexionar un poco sobre la capacidad de la gente para comerse cualquier cuento del dospuntocerismo, la venta de humo al por mayor y la reforma del mercado laboral. Como cualquiera en la misma posición, llegué a la conclusión de que cualquier profesión u oficio es definido, en cierta medida,  por la actividad que realiza. Es decir, un periodista investiga, redacta y publica, un escritor lee y escribe, un gasfitero repara cañerías, etc; sin importar el medio sobre el cual se apoya para hacerlo. Si un publicista redacta, su actividad es la redacción creativa, pero nunca deja de ser publicista. Especie y sub-especie, vamos, es darwinismo básico. Entonces, para criticar con fundamento, mientras intercambiaba opiniones en ciertos espacios, me propuse investigar un poco sobre cuáles sería las supuestas actividades que conformarían el quehacer profesional de un CM. Y bueno, tal como lo esperaba, me estrellé con una pared.

Libro de cabecera de cualquier CM que se respete

Un CM hace exactamente lo que pensé al escribir mi comentario malintencionado del inicio: «representa» una marca en las (mal llamadas) redes sociales, «gestionando» su presencia e intercambiando información con usuarios o comentaristas (podrán ver algunas definiciones teñidas de jerga creada ad hoc para la promoción del tema aquí, aquí y aquí). Si analizamos una a una sus funciones, un CM cumple el mismo papel que un relacionista público o un representante de servicio técnico, sólo que llevado al ámbito electrónico, condicionando sus estrategias o mensajes a decisiones tomadas en ámbitos administrativos o departamentos de mercadeo. De este modo, un encargado de relaciones públicas puede dar visto bueno sobre los mensajes de una campaña, aprobar el texto de una afiche, decidir el color del local que aloja a la empresa y redactar los mensajes de la página de FB institucional, sin que por ello sea publicista, corrector de estilo, pintor de casas y CM; todo al mismo tiempo.

Entonces, ¿Por qué romper la analogía e investir a una actividad concreta y puntual de tanta importancia y cualidades técnico-gerenciales, cuando no lo es tanto? ¿Por qué tanta gente vende la idea y otra se come el cuento (algunos con tanto apetito que hace disminuir las esperanzas en la humanidad? ¿A quién beneficia la instauración del comiúnitimanagerismo? ¿Para qué celebrarle un día? Las respuestas se caen de obvias. No es una afán de mejorar las condiciones de relación entre las marcas/empresas/políticos y los consumidores o prosélitos, nada más falso. Tampoco es dinamizar el mercado de trabajo, incorporando el componente electrónico en la ecuación, falso también. Menos aún, potenciar el aporte de los prosumidores, eso es onanismo 2.0.

Atentos asistentes a un curso de comiúnitimanagerismo en una universidad local

El quid del asunto es el lucro, el simple y deseado lucro. Promover la superdiversificación de actividades, convirtiéndolas en oficios, supone un incremento de aficionados consumidores de mensajes, blogs, libros, revistas, videos, conferencias, cursos y licenciaturas producidas por gurús que ven incrementadas sus arcas y prestigio con cada incauto que acepta como verdad incuestionable cada uno de sus mensajes mesiánicos. Ganar dinero no tiene nada de malo, y si se hace en grandes cantidades menos aún, el punto central aquí es el curioso fenómeno que crea beneficios de la nada, a través de la charlatanería de algunos y el borreguismo de otros.

El mercado laboral, bajo la influencia creciente de los nuevos medios, exige innovación y cambios, es cierto. Pero no a manos de autodenominados expertos internacionales ni sus interesados émulos a nivel local; con ello se creará una burbuja que en cualquier momento explotará. Es el libre espíritu hacker de innovación, traicionado por el más simplón mercantilismo, que toma su disfraz  y lo utiliza.

Dios los coja tuiteando, a ver si no enteramos todos.

PS: Felizmente, todavía algunas personas aún piensan distinto: aquíaquí.