Autorregulación vía autos

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Un nuevo publireportaje artículo en el Diario El Comercio (Lima, la ciudad de la furia, 1/08/2015, A8) nos lleva a otro pequeño post sobre tecnología y sociedad, esta vez relacionado al comportamiento humano.

Dejando de lado el uso de encuestas, realizadas por la propia empresa protagonista del artículo, para indicarnos la realidad (?), llama la atención la propuesta (de venta) de GPS para controlar y vigilar no solo la posición del automóvil, sino también el comportamiento del conductor.

Según ellos el GPS «básicamente recolectará datos sobre manejo para conocer el estilo de manejo de la ciudad»  (Lorenzo Giordanelli, promotor de la propuesta e-Call acá, a través de la empresa Tracklink),  para «reducir en 15% los accidentes de tránsito mediante la autorregulación del manejo», ¿De dónde sale ese 15%?, quién sabe, hacia el final de la nota salen datos que dicen ser de la Eurocámara, que, cómo sabemos la «realidad europea»es idéntica a la «realidad peruana».

Mencionan también que el sistema alertará cuando haya un accidente (la propuesta europea), pero sin mencionar que no es parte de la propuesta mencionada, tracklink lleva la recolección de datos bastante más allá datos, lo que parece ser el verdadero negocio detrás de esto ya que esa información podría pasar a las aseguradoras a cambio de «beneficios» para el conductor. Qué pueden hacer y no hacer con tus datos no es mencionado por ningún lado, pero suponemos que estará en el contrato que se firme.

Luego de la larga introducción vamos al punto, la «autorregulación». Nos quieren hacer creer que la agencia en este tipo de conductas, en este caso, está en uno mismo y no en el GPS y la promesa de una menor póliza de seguros para los que manejen «bien».

Utilizaremos un ejemplo simple para entender porque esto es un error. Latour (1992) utliza los cinturones de seguridad en automóviles para notar cómo la tecnología nos condiciona y modifica comportamientos.

Uno lo puede usar porque lo considera seguro o por temor a la multa del policía (en el caso peruano y su «uso» en los choferes de transporte público se trata claramente de lo segundo) pero si no lo usa habrá un pitido que no parará hasta que se lo ponga.  Acá el autor cuestiona, a través de la moralidad, dónde está lo que motiva su uso:

«Where is the morality? In me, a human driver, dominated by the mindless power of an artifact? Or in the artifact forcing me, a mindless human, to obey the law that I freely accepted when I get my driver’s license? Of course, I could have put on my seat belt before the light flashed and the alarm sounded, incorporating in my own self the good behavior that everyone— the car, the law, the police—expected of me.»

Llevándolo al tema del GPS y el monitoreo del auto, esta llamada autorregulación, si funcionase, sería en realidad un comportamiento modificado por una combinación de, principalmente, dos factores: el primero es el ya mencionado monitoreo vía GPS; el segundo, relacionado al primero, la posibilidad de pagar una menor de prima de seguro por un «buen manejo». Si hablásemos de respetar las leyes podríamos decir que hay una autoregulación, pero no en el caso de un premio o castigo por cómo uno maneja, como este caso.

El que luego esto pueda ser incorporado como algo propio e independiente de los dos factores mencionados no cambia el hecho de que la tecnología es un factor que influye en nuestro comportamiento y en la sociedad.

Lectura recomendada:
Bruno Latour, Where are the Missing Masses

 

 

 

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